histartiencia
HISTARTIENCIA
Una muestra que celebra el encuentro entre la Historia, el Arte y la Ciencia en la nueva Sala Miguelete, dentro del espacio compartido con el Museo Nacional de Historia Natural.
Artistas: Gabriela Acha / Eduardo Cardozo, Diana Cardozo y Álvaro Zinno / Luis Camnitzer / Eloísa Ibarra / Ío (Laura Cattani y Munir Klamt) / Gustavo Fernández Cabrera / Rita Fischer / Alejandra González Soca / Camila Lacroze Hugo Longa / Federico Ruiz Santesteban.
Curaduría: Fernando Sicco / Director EAC
Inauguración miércoles 14 de noviembre, 19 h.
Nueva Sala Miguelete (Miguelete 1825)
Para construir un discurso curatorial que acompañara la apertura del espacio compartido con el Museo Nacional de Historia Natural / MNHN (al que se sumará en el futuro un Centro de Interpretación del Sitio Histórico Miguelete), hemos recurrido a varias fuentes. Primero, a una selección de obras procedentes del acervo de la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, custodiadas por el Museo Nacional de Artes Visuales. Por otra parte, reunimos también piezas nuevas o exhibidas recientemente por artistas nacionales, seleccionadas para esta instancia por su vinculación conceptual y estética. Por último pero muy importante, integramos la producción de dos artistas que trabajaron en régimen de residencia en el EAC, específicamente en una mirada desde el arte hacia los dispositivos museales de las ciencias naturales.
Esta primera exposición no pretende abarcar todos los abordajes, artistas u obras que pueden ser relacionados con el encuentro entre un espacio de arte y un museo dedicado a la historia natural. Es la primera de lo que seguramente será una extensa serie de oportunidades; es un inicio y una bienvenida.
LAS OBRAS
Hugo Longa, en La Aurora Boreal de las tres en punto, pinta un paisaje que, aunque vibrante en su cromatismo, tiene aún contenido el estallido expresionista que caracteriza sus obras de mayor tamaño y más conocidas. Este paisaje contiene capas, y en los suelos, bajo lo que podemos presumir como un bosque entre las luces fantásticas de la aurora, unas miradas introducen el reino animal, otras formas de vida. Quizá al acecho, o tal vez a la defensiva, esos seres inmersos en negro también nos enfrentan a lo que no conocemos, nos miran desde ese lugar donde no vemos; pueden remitirnos tanto a la ingenua presencia de una especie animal como a la ominosa mirada de algo que nos es más extrañamente familiar.
La obra de formato pequeño Tall tree (árbol alto, grande), de Luis Camnitzer, está allí para recordarnos que vivimos en un universo de lenguaje. El artista -reconocido por su trabajo conceptual- utiliza la escala y las palabras para marcar que, en cualquier caso, ese árbol doblemente reproducido en dos distintos niveles de abstracción, es árbol porque lo nombramos así, del mismo modo que puede ser alto porque le adosamos una idea, un parámetro relativo. No se trata de ningún árbol en particular, no importa aquí la materialidad del reino vegetal ni su clasificación taxonómica, sino el concepto de árbol, su depurada representación simbólica como una posible finalidad del arte.
Basal, la obra de Eduardo Cardozo junto a Alvaro Zinno y Diana Cardozo, que se exhibe por primera vez en esta instancia, es el registro en video de un acto performático muy potente: Eduardo pinta sobre su propia espalda. Con una paleta terrosa, oscura, pinta sin ver, sin verse, sobre su propia piel como lienzo. El acto tiene muchas connotaciones, pero sin dudas una de ellas es la alusión al gesto primigenio, originario, de expresar. Su espalda pasa a ser el escenario de la historia humana y sus mutaciones, receptáculo y testimonio de las manos dejando sus marcas, como lo fueron las cavernas hace decenas de miles de años. Esos trazos del tiempo son dejados a puro arrojo, confianza e intuición; son como una especie de actos de fe de quien sabe que puede crear y no ver todo lo que crea. La pintura oficia de herramienta para mostrar y modificar capas geológicas sobre el cuerpo, develado como un auténtico palimpsesto.
El abordaje de Eloísa Ibarra hacia la historia es diferente, remite a un formato de falso documental, y construye una evidencia tan confabulada como creíble sobre un hallazgo arqueológico que subvierte la línea del tiempo. Pone en evidencia muchos aspectos con los que convivimos desde siempre pero quizá cada vez más a diario y masivamente, como la cuestión de la verosimilitud de la información y la manipulación de datos, la intervención del mercado y la propiedad privada en la circulación de tesoros históricos, la distancia significante con relación al pasado perdido y sus evidencias, la relación compleja entre las culturas y el tiempo, las creencias y los mitos con los que construimos nuestras maneras de estar en el mundo, y el rol de la ciencia. Arqueología recibió el Gran Premio del jurado en la 57ª edición del Premio Nacional de Artes Visuales, en 2016.
Alejandra González Soca ha producido diversas obras tomando como punto de partida vestidos blancos, de novia, intervenidos. El conjunto que exhibimos en esta oportunidad es parte de una instalación más grande titulada Asfixia, que se montó en ocasión del 48º Premio Montevideo de Artes Visuales, en 2017. Grandes bloques que desde la distancia poseen una apariencia marmórea, dejan ver, debajo de una capa plástica, la tela blanca intervenida con tierra y moho. En este contexto mineral y microbiológico aparece una referencia a la paleontología resignificada desde lo político, en el sentido de aquello que soporta el paso del tiempo y reaparece, evidenciando un prototipo virginal femenino que por una parte podríamos considerar fosilizado, pretérito, pero que a la vez sigue grabado ineludiblemente en el tejido social con la fuerza de una piedra.
Ningún lugar, de Rita Fischer, formó parte de su exposición individual en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), en 2013. La pieza que seleccionamos es representativa del tipo de discurso desarrollado por la artista en toda la exposición, donde prima una investigación en el campo de la pintura ampliada, la técnica mixta y el collage. Su obra tiene algo de asumida y melancólica contemplación, pero no es una rigurosa reproducción de especies botánicas, sino una aproximación sensible, “desenchufada”, a las texturas y formas del reino vegetal llevadas fuera del tiempo y del espacio, hacia otra estética.
El Fauno, de Gustavo Fernández Cabrera, formó parte de la exposición colectiva Diálogos con nuestra bestia, también en el MNAV pero en 2018. La obra viene en este contexto a recordarnos la hibridación de la apariencia humana con la de los animales, esa construcción mitológica que no pertenece al campo de la zoología sino al de la historia de la cultura. Hecho de partes incongruentes, de orígenes diversos, su apariencia se compone de pedazos de mobiliario, de ensamblados trozos de vida urbana y cotidiana. Aquí el arte no emula a la naturaleza ni la representa: se permite reinventar incluso un ser que ya de por sí era originariamente fantástico, y que estaba entre otras cosas asociado como divinidad a las pasturas y el ganado.
Federico Ruiz Santesteban montó por primera vez El extraño caso del jardinero en el EAC, en 2016, con un formato de instalación que aún continúa exhibiéndose fuera del país. El artista explora un método novedoso de impresión fotográfica sobre materiales vegetales sin intervención química. Hojas de diversos tipos se transforman en un soporte que devuelve, con algo de invitación a la magia, imágenes que testimonian el crecimiento de su propio hijo y su relación con el jardín familiar. La biografía se apodera así del efecto de la luz sobre la materia orgánica sensible y a través del arte se construye una narrativa que las vincula de un modo inesperado.
Aniamsi, obstrucciones 1, 2 y 3 es una videoinstalación del colectivo brasileño Ío, compuesto por Laura Cattani y Munir Klamt, artistas que han estado vinculados al EAC desde su pasaje por la residencia Sala_Taller III, en 2013. El tríptico muestra el flujo de glucosa líquida sobre terreno arenoso, con la interrupción en el paisaje que supone la aparición de fragmentos de vidrio, una estrategia que el dúo ha utilizado en otras obras, y que aporta su cuota de peligro, de incomodidad e inadecuación. En ese ambiente natural, el vidrio también es sinónimo de la presencia humana y sus vestigios, de interrupción de un flujo vital, y de un cauce nuevo de acontecimientos que se despliega, inevitablemente, de modo impredecible.
Finalmente, dos artistas –una uruguaya y otra argentina– que, como mencionamos al inicio, desarrollaron durante una residencia obras específicas para esta ocasión, haciendo aún más expreso su diálogo con el MNHN. Camila Lacroze, quien divide su tiempo montevideano entre la Química y el Arte, desarrolla un trabajo que presenta derivas personales, hallazgos de indicios cotidianos, textos y datos ligados a una observación híbrida entre la curiosidad científica y la aproximación poética, que son formalizados con la apariencia y la lógica expositiva del museo tradicional. La física del vuelo trasciende la atmósfera en la que planean sus aves como objeto de estudio, para regresarnos a la fascinación y las preguntas ante la capacidad misma de volar.
Gabriela Acha, originaria de Córdoba, desarrolló su obra en contacto directo con el MNHN, en varias instancias que se sintetizan en la videoinstalación Ver en la oscuridad. Su trabajo incluye aspectos performáticos y objetuales, ambos integrados en esta muestra: el registro audiovisual de una acción que fue realizada en la casa donde actualmente aún se alojan las colecciones del MNHN, y el objeto utilizado durante la performance. Se trata de una vitrina similar a las de la museografía clásica que se transforma en una mochila con espejo, dispositivo propio de un nuevo museo móvil, vivo, que conlleva una carga de conocimiento y a la vez nos involucra al devolvernos muestra propia imagen. La propuesta es un claro ejemplo de cruce transversal de los territorios del arte y de la ciencia en este encuentro del EAC con el MNHN.
Ha sido un enorme placer, un grato desafío, y todo un privilegio poder trabajar en la curaduría de esta exposición. Agradecemos sinceramente a todos los artistas participantes por su gran generosidad, y al MNAV por el préstamo de las obras elegidas. Resta esperar que esta instancia promueva nuevos caminos de encuentro entre disciplinas y campos de acción, impulsando construcciones colectivas de conocimiento para el disfrute de todos.
Fernando Sicco
Director EAC